Finnceline-y-Fiolee

Ya habían transcurrido unos días desde que Marceline, la Reina de los Vampiros; despertó de aquel sueño maldito que casi le costó la vida. Mientras se terminaba de recuperar, tanto sus amigos de la Nochesfera, como los de Ooo al igual que su padre la habían estado visitando en el Dulce Hospital, incluso Jake, a pesar de tenerla un poco de miedo fue a verla, preguntándola que tal se encontraba o si sentía alguna anomalía, pero ella simplemente le decía, al igual que al resto, que estaba bien y que deseaba ya poder volver a su casa. Sus deseos se hicieron pronto realidad, pues la Doctora Princesa y el resto de las enfermeras Pastelito terminaron de hacer todas las pruebas y verificaciones posibles y, finalmente, pudieron dar de alta a Marceline al no encontrar ningún rastro de la enfermedad o alguna posible secuela de ella. -Recuerda tomar reposo al menos otra semana mas y nada de luchar contra lobos, ¿de acuerdo, Marceline? – le recordaba la Princesa Doctora a la expaciente mientras

Los pitidos entonaban una melodía incesante, estrepitosa y penetrante en aquella sala silenciosa, en la cual ningún presente se atrevía a perturbar. El ruido de la máquina, conectada a aquel tubo de vidrio y metal, era la única prueba fehaciente de que la joven que yacía dentro seguía con vida. Fría, pálida e inmóvil… como un espectro que se desvanecía en la noche antes de las primeras luces del alba. Los presentes seguían observando las constantes vitales de la vampiresa, como los gráficos subían y bajaban incesantemente marcando cualquier incidencia que hubiera en el estado de la inmortal. La Princesa Doctora tomaba notas de cualquier dato o hecho que pudiera ser relevante para la mejora de la mujer, pero no hubo suerte. Ya había pasado casi 10 días desde que fue ingresada y en aquel tiempo, ningún tratamiento había dado resultado, ni científico por parte de la Doctora o la Dulce Princesa, o usando los conocimientos y habilidades mágicas del Consejo de Magos. Incluso el Rey Hielo